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Portada de Lis Haley - Cautivar a un dragón _2013_

Lis Haley - Cautivar a un dragón _2013_

Autor: Usuario

Temática: General

Descripción: Aquella descarada inspección la exasperaba como a un ratón atrapado en una de las ratoneras que la señora Hayes colocaba en los rincones más insospechados de Greenhouse. —Sí, señor —respondió por fin, extrayendo a su vez la brizna de césped de su boca y arrojándola rápidamente a un lado—. Esta mañana hacía muchísimo calor, señor Crandall. Así que decidí quitármela mientras enjuagaba la colada. Desgraciadamente, tuve mala suerte y cayó al río. Ya se imaginará el resto: la corriente la arrastró lejos —explicó, tratando de no andarse por las ramas. Crandall la observó en silencio. Sus ojos reflejaban un chocante brillo. Un brillo sobre el que ella no deseaba verse obligada a pensar. Norah se repitió una y otra vez que debía mantener la calma. Dada la delicada situación en la que se encontraba, no podía permitirse el lujo de provocar un enfrentamiento con ese hombre, o con ninguna otra persona en aquella casa. De pronto, él extendió una mano y atrapó uno de los brillantes bucles de ella entre sus dedos. Por instinto, Norah trató de retroceder un paso, notando a su vez cómo el color de sus mejillas se evaporaba y la sangre las abandonaba con celeridad. Con los pies clavados en el sitio, Norah contuvo un instante la respiración en el interior de sus pulmones, abriendo sus grandes y expresivos ojos verdes al mismo tiempo. Aquellas dos brillantes esmeraldas, sitiadas por unas oscuras y densas pestañas, se clavaron sobre la áspera mano que sostenía sus cabellos, sin dar crédito a lo que ocurría. ¿Qué demonios pretendía aquel hombre?, se preguntó mientras carraspeaba tratando de que el nudo que se había adueñado de su garganta se esfumara. Sin embargo, lo único que consiguió fue que aquella asfixiante sensación se acrecentara, sumándole, además, un fuerte y desagradable escalofrío que invadió su cuerpo con la rapidez de un relámpago. Aquella brusca sacudida logró hacerla palidecer como a un cadáver. —Tu cabello es como el mismísimo fuego —murmuró él con voz ronca, como si acabase de hacer un asombroso descubrimiento. Una sensación de alarma recorrió su columna vertebral y las rodillas comenzaron a temblarle. Sin embargo, trató de no ceder ante el temor que aquel hombre le causaba. Ni por un momento debía permitirse parecer desvalida o

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